El Calderón respiraba ese aire de grandeza que baña el Manzanares en días grandes de fútbol. Avisaba el brutal mosaico que tintó las gradas del templo rojiblanco antes del inicio del partido . ‘Porque luchan como hermanos, defendiendo sus colores’. Ambición, garra, intensidad. Amor propio, en definitiva. Se buscaban hechos, tal y como Simeone advertía en la previa. Sin embargo, el fútbol quería una tarde épica, y en la primera jugada de peligro del Real Madrid, llegaría el primer gol de la tarde. Benzema aprovechó un centro de Di María para batir, a placer, a Thibaut Courtois. Tocaba remontada, y nuestros colosos se pusieron manos a la obras. No había tiempo que perder.

La presión adelantada de los colchoneros ahogó al Real Madrid en la salida del balón y en cuestión de minutos, Gabi, Mario y Koke, se hicieron con el dominio de la situación.  El Calderón pidió un penalti de Sergio Ramos a Diego Costa, pero no fue señalado. El ‘19’ rojiblanco rompía una y otra vez a la zaga blanca, y en un disparo de zurda que se marchó pegado a la red, pudo poner la igualada. El Real Madrid basaba sus ataques en las individualidades de sus delanteros y Courtois, por dos veces, apareció con sus imponentes reflejos para evitar el segundo tanto blanco.

El que nada pudo evitar fue Diego López. Y es que, cuando la balanza cede inexorablemente al poderío rojiblanco, el gol es la única consecuencia posible. Jugada de libro. Arda amaga, recorta, hace desaparecer a la defensa madridista con un truco de magia turco, y envía un pase entrelíneas a Koke. Nuestro canterano, sereno, un paso por delante de los demás, remató con el alma del Calderón y su disparo cruzado se coló en las mallas rivales para significar el uno a uno.

La fuerza que emanaba de las gradas se metió en las venas de nuestros guerreros, que buscaron ponerse por delante con ansia y argumentos, muchos argumentos. Encerrados atrás, los de Ancelotti achicaban aguas ante un vendaval imparable. Con clase, garra y decisión, el equipo embotelló al Real Madrid, con Diego Costa, de nuevo, obligando al zaguero gallego a emplearse a fondo. Quien avisa no es traidor. Última jugada de la primera parte, falta desde 30 metros y todo el Calderón en vilo. Momento para nuestro capitán, nuestro glorioso capitán. Gabi recibió el pase en corto de Koke y, con confianza, conectó un disparo duro y colocado que batió a Diego López. Los primeros 45 minutos llegaban a su fin con el Calderón entregado, con un Calderón sumido en una fiesta apoteósica.

Con la misma fuerza se reanudó el encuentro. Diego Costa seguía con su modo ‘omnipresente’ y protagonizó el primer disparo del segundo acto, encontrando la respuesta de Diego López. El pichichi rojiblanco era una furia inquebrantable y, en uno para uno, cruzó demasiado el balón. El gol se le resistía a pesar de su insistencia, con otro disparo de cabeza a la salida de un córner. Sin noticias del Madrid, que quería y no podía, el Atletico supo dormir el encuentro y darle una marcha más en los momentos precisos. Courtois, impecable en las pocas ocasiones que le probaron, sacó unas buenas manos en un cabezazo de Bale. Las ocasiones rojiblancas eran numerosas, y Arda, de cabeza, a centro de Gabi acarició el tercero de la tarde.

Con el Real Madrid volcado en el ataque, el gol blanco llegó con una jugada de mala fortuna que aprovechó Cristiano Ronaldo para hacer el empate. Qué injusto es el fútbol a veces. El Atlético no se rendió y buscó, con fe, el gol de la victoria. El partido se trabó en los minutos finales con dos equipos que no querían perder el control de la situación. La grada alentaba a los nuestros, aunque el resultado no se movería ya. El fútbol no ayudó a los de Simeone que consiguen un punto importante para continuar luchando en lo más alto de la clasificación. El Vicente Calderón se marchó con una sensación, ‘orgulloso rojiblanco’.